En el portal cenital.com el inmenso Ezequiel Fernandéz Moores publicó esta columna plena de información, datos y su mirada crítica de siempre.

La transcribimos desde Mar del Plata, con respeto y admiración

“¡La hija de puta llegó en helicóptero!”. El ex crack, que pide cuidar su nombre, recuerda y se ríe solo. No lo dice como un insulto, sino casi con admiración. “La hija de puta” es Amalia Lacroze de Fortabat, “Amalita”. La “Dama del Cemento” llega con su helicóptero al estadio del Club Atlético Corralense (Corral de Bustos, Córdoba) porque su equipo, Loma Negra, se juega el pase al Campeonato Nacional de la AFA de 1981. Loma Negra es un viejo club de Olavarría fundado en 1929 para esparcimiento de sus obreros, pero Amalita lo enriquece con chequera generosa. Loma Negra (el equipo de Amalita) tiene el impulso de dinero de Loma Negra (la poderosa cementera de Amalita). Es una SAD encubierta, diríamos hoy. Pero en tiempos y favores de dictadura militar.

A casi medio siglo del golpe del 24 de marzo de 1976, y en pleno debate reabierto hoy de Clubes SAD, el caso de Loma Negra ofrece su propia historia. Aquella tarde del domingo 5 de julio de 1981, cuando Amalita llegó en helicóptero al estadio, Loma Negra consiguió un valioso empate 1–1 de visita contra Biblioteca Mitre, un equipo modesto de la vecina General Baldissera, un pueblo entonces de unos dos mil habitantes conmocionado ante la posibilidad de clasificarse al torneo Nacional. A jugar en Primera. Enfrentarse contra Boca y River. Mitre, plena Pampa húmeda, es el club que acaba de celebrar sus cien años de vida. El Club Social y Deportivo Loma Negra, hoy sin la chequera de Amalita, pero pujante y pleno de fútbol, los cumplirá en 2029. Sus historias son de las tantas de nuestros viejos clubes. Joyitas de nuestro tejido social que el gobierno de Javier Milei sueña con verlas transformadas en Sociedades Anónimas.

Estuve hace quince días en General Baldissera junto con Fernando Signorini, invitado para celebrar el centenario de Mitre. Y compartir más de un asado con miles de anécdotas sobre aquella jornada inolvidable contra Loma Negra. El empate sin goles, aun jugando de local en Corral de Bustos, fue una hazaña para Mitre. Su equipo, con buenos jugadores de la zona, más algunos pocos refuerzos (entre otros Hugo Kempes, el hermano de Mario Kempes, y Sergio Merlini, que pocos meses después pasaría a Independiente), era David ante el Goliath de Amalita, que lo goleó 6–1 en la vuelta en Olavarría y que contaba, entre otros, con el ex Racing Carlos Squeo y el ex Boca Mario Husillos, llegados desde el exterior.

Eran tiempos de la llamada “Plata Dulce”, fiesta especulativa, bicicleta financiera pero de medio siglo atrás, no de hoy. Y Amalita, millonaria 300 del mundo según la revista Forbes de 1981, con una fortuna estimada de 1.600 millones de dólares, era íntima amiga de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía del general Jorge Rafael Videla.

“Teníamos un muy buen sueldo”

Para llegar al Nacional, Amalita contrató primero a Valentín Suárez, político muy cercano a Eva Perón, dirigente mítico de Banfield y presidente y también interventor de la AFA.

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“Teníamos un muy buen sueldo”, contó una vez el goleador Husillos y recordó que el fenómeno tentó también a ex jugadores de selección como Pedro Magallanes y “el Pampa” Félix Orte, estrellas incomparables para el plantel anterior, formado con obreros de la fábrica. Loma Negra, que fichó también a técnicos de renombre (Rogelio Domínguez, José Varacka y Roberto Saporiti), firmaba los contratos de sus nuevos cracks en un coqueto hotel de Recoleta, a metros de la Avenida Alvear, la Embajada de Francia y el Jockey Club.

Los jugadores paraban “en los mejores hoteles” y viajaban en avión privado. Tenían seis pares de botines cada uno, “los mejores autos” y sueldos que eran la envidia de cualquier equipo de Primera. Recibían relojes importados, arreglos florales para sus esposas y recitales privados de Luciano Pavarotti. Al arquero Luis Barbieri (ex Atlanta) le hicieron una sola pregunta: “¿Usted cuánto dinero quiere ganar?”. Barbieri, según cuenta el libro “Amalita, la biografía” (Soledad Vallejos-Marina Abiuso, Sudamericana, 2013) firmó de inmediato. Y “con la sensación que podría haber pedido más”. Fue tal el delirio que Loma Negra amagó gestiones por Diego Maradona y Ubaldo Fillol, que estaban en conflicto con Argentinos Juniors y River.

Veinte partidos en el Regional (final incluida contra Mitre) bastaron a Loma Negra para clasificarse al Nacional. Debutó ganando 1–0 contra el Ferro Carril Oeste de Carlos Timoteo Griguol que venía de ser subcampeón y sería luego bicampeón del fútbol argentino. Siete triunfos, cinco empates y dos derrotas. No se clasificó a la rueda final porque quedó tercero en su zona con igual cantidad de puntos pero menor diferencia de gol respecto del River que tenía cuatro vigentes campeones del mundo en 1978 (Fillol, Kempes, Daniel Passarella y Norberto Alonso). Volvió a clasificarse al Nacional de 1983. En la derrota 1–0 contra River fletó 104 colectivos para 5.000 hinchas. Todo pago, incluida la vianda. Tras el partido, los jugadores visitaron el flamante piso de Amalita en Bulnes y Scalabrini Ortiz. Ascensor privado y caviar.

Loma Negra vs. la URSS

Sumando los dos Nacionales (sus dos únicas experiencias en Primera) Loma Negra sigue dueño de un récord insólito: es el equipo con mejor promedio de puntos por partido en la historia de nuestro fútbol profesional (en la era amateur solo lo supera el mítico Alumni). En amistosos, le ganó al uruguayo Nacional en el Centenario y empató contra Peñarol en Olavarría. Pero el más recordado fue su triunfo 1–0 (gol de Husillos) contra la Unión Soviética, que llevaba tres años sin perder, y a cuya Federación Amalita le pagó un cachet de 30.000 dólares. Fue el 17 de abril de 1982, plena Guerra de Malvinas, con televisación directa de Canal 11.

Loma Negra, contratista histórica del Estado, fue privilegiada por la dictadura con obras del Mundial 78, entre otras. Fallecido su esposo Alfredo Fortabat en enero de 1976, Amalita asumió conducción y vínculos con la dictadura. Hay expedientes judiciales que investigaron a Loma Negra por la desaparición de trabajadores que reclamaban mejoras y el asesinato del abogado laboralista Carlos Alberto Moreno, quien defendía a los obreros que padecían una enfermedad pulmonar por aspirar un polvillo de la cementera. Su cuerpo fue recuperado meses después en la Jefatura de la Policía Bonaerense de La Plata, con signos de tortura y una herida de bala en el pecho (tres militares fueron condenados a prisión perpetua por su homicidio). En esos mismos expedientes, informes económicos muestran que, durante los años de plomo, Loma Negra redujo del 19 al 9 por ciento la participación de los trabajadores en los ingresos de la empresa. Y que la cementera, en cambio, triplicó sus ganancias.

Cuarenta años después

Loma Negra siguió ganando licitaciones y favores con los gobiernos ya democráticos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, pero en 2005, con Amalita ya alejada del holding, fue vendida a la brasileña Camargo Correa a cambio de 1.025 millones de dólares. El final del superequipo sucedió mucho antes. Eliminado por Racing en octavos de final del Nacional 83, ya con la democracia en la puerta, Loma Negra disolvió su plantel y volvió a jugar el Regional y la Liga de Olavarría.

Cuarenta años después, el club, con más de mil socios en una ciudad de 4.500 habitantes, fútbol Infantil, Juvenil, Reserva y Primera, ocho deportes, está bien institucionalmente, aunque teme que Camargo Correa (que controla el 60 por ciento de la producción cementera nacional) concrete su amenaza de cortar el tendido histórico de luz, agua y gas, conectado con la vieja fábrica. Muchos vecinos se esfuerzan aclarando que aquel viejo y glorioso equipo no fue exactamente una SAD. Y recuerdan con cariño a Amalita, fallecida en 2012.

El club como Asociación Civil, fue dicho, celebrará su centenario en 2029. La Asociación Mutual Club Atlético y Biblioteca Mitre, su rival en aquel partido mítico de 1981, lo cumplirá el 25 de mayo e inició celebraciones semanas atrás en su predio y estadio de General Baldissera, 320 kilómetros al sudeste de la capital provincial, “interior del interior”, que debe su nombre a un general italiano (Antonio Baldissera) que en 1896 llegó a ser gobernador de Eritrea (Etiopía), primera colonia italiana en África. Gran predio, instalaciones deportivas y hasta un coqueto cine teatro para quinientas personas. Y el recuerdo orgulloso de 1981.

El primer hito fue haber eliminado en el Regional a Atlético Tucumán. Y luego la eliminatoria siguiente de ida contra el misionero Guaraní Antonio Franco. Fue 1–1 en la ida en Córdoba y 0–0 en la vuelta en Posadas, hasta que en los cinco minutos finales Guaraní marcó el 2–0, en medio de polémicas, expulsiones, penal no cobrado, el rival que les dijo que no se calentaran, que el árbitro era de ellos, y otras anécdotas incontables en los asados recientes que compartí con Signorini. Recuerdos, eso sí, poco gratos hacia el árbitro Luis Pasturenzi. Señalado como culpable de la caída a solo cinco minutos de la gloria, de clasificarse para jugar contra el Boca de Maradona y el River de Kempes. La última chance fue luego contra Loma Negra. El partido al que Amalita llegó en helicóptero.

El aporte de cerealistas de la zona, el doble rol DT-jugador del “inolvidable” y fallecido Alberto “Beto” Perassi (suplente de Mario Kempes en Rosario Central y con su hijo Lucas hoy joven intendente de Baldissera), el hermano no famoso de Kempes, una mujer pionera kinesióloga en el equipo, el intendente médico que infiltraba jugadores y, entre tantos, la zurda mágica del zaguero crack Mario Villarroel, con pasado fino en Newell’s Old Boys y que puteaba seguido a Tito Giordana, su compañero de zaga, porque evitaba arriesgar y reventaba todas las pelotas. “Cagón, hijo de puta”, le gritaba Mario a Tito en pleno partido. “Recuerdos que son lo mejor de nuestras vidas”, me dice uno de los gladiadores. Y “la hija de puta que llegó en helicóptero. ¡La plata que han puesto!”. Hay un video en la web que recuerda parte de la hazaña. Notable la épica con fondo musical del himno del Mundial de 1990. “Una estate italiana”, suena la canción inolvidable, mientras Mitre sale a la cancha. La hazaña, eterna, sucedió hace 42 años. Pero los rivales, centenarios, sin necesidad de SAD, sobreviven a todas las crisis. Siempre con una pelota propia.